domingo, 4 de enero de 2009

Ataraxia

Se miraba al espejo como si estuviera meditando. Entre los rastros de sangre y los cientos de abultamientos que formaban su rostro, podía descubrir a una mujer. Esa mujer que se había abandonado a los cuestionamientos y había perdido la razón. Esa misma mujer que por vana accidentalidad arrasó con su tiempo y se dejó consumir por sus deseos; la mujer que no podía decir con certeza si moría, o si ya lo había hecho.

Existir es un acto de arbitrariedad, y ella lo sabía. Existir en el tiempo, y en todo aquello que es irreversible (y ella lo lloraba). Tuvo la posibilidad de amar, y de ser amada en el lenguaje. Pero, para ella jamás acontecería cosa tal, porque se salía de su entendimiento, y de sus cadenas de significación. Se miraba al espejo deseando que detrás de esa horrible coraza quedaran fragmentos de sí misma; de su Yo que se apagaba...

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