lunes, 3 de noviembre de 2008

Lluvia

Te veía mientras te ibas; indiferente y sin decir adiós. El agua te llevaba e indicaba tu camino, te seducía mientras recorría tu cuerpo. Yo te veía, y no dejaba de verte. Te ibas.

Entendí tras respirar el vapor helado de la noche, que jamás serías mía; que los días se irían en vano, que no servirían las súplicas y que siempre estuve equivocado. Sólo pude maldecir hacia adentro, y mirarte, como se mira al viento. Estaba ahí para ti: húmedo, adolorido y casi congelado mientras te llevaba el agua...

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